martes, 12 de mayo de 2009

Contra[a]dicciones II

Podría decir que siento que he perdido la mayor parte de mi vida haciendo estupideces. Que de dos días he malgastado 47 minutos y que si pudiera volver al minuto 1 de ayer volvería encantada y cambiaría todo. Pero no. Es raro, no me arrepiento ni de saberme el bolero de Algodre de pe a pa, ni de las caries, ni de la desesperación que me producía el conservatorio y el poco ánimo que transmitían los profesores, si se les puede llamar profesores. Es una pena que algo que te puede aportar tantas cosas termine incluso por hundirte. Supongo que todo esto me decepcionó más de la cuenta por lo del piano, que cuando empecé por fin a tocarlo, yo ya estaba bastante desilusionada.
Durante dos años sin ni siquiera querer acercarme al lugar donde pasé lo que se podría considerar mi infancia, he cogido el violín 5 veces contadas, y es un alivio pensar que estoy tocando por gusto, y no para que nadie me escuche. Me cuesta tocar para alguien. No disfruto y pienso constantemente que me están evaluando.
Creo que no sabría decir más de tres obras que haya tocado durante esos 10 interminables años. Nunca me aprendí los títulos, ni los autores. Ni siquiera me planteaba si era del barroco o del romanticismo. Era como un loro aprendiendo a hablar.
Tampoco me planteé escuchar música clásica fuera de aquel recinto. Ni se me pasaba por la cabeza.

Me cuesta admitir que todo eso ha sido mi vida, y hasta hace poco era una auténtica borrega que solo cumplía órdenes. Supongo que al menos, he ganado en paciencia.

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