jueves, 26 de noviembre de 2009

Durmiendo con otra

Mientras estaba en el lavabo quitándose los restos de barro, visualizaba en su cabeza el cuerpo de su mujer esperándole en la cama. Después de un largo día laboral no había nada mejor que hacerle el amor. Recordaba cada uno de sus movimientos, su cadera bailaba sobre su cuerpo a la perfección. Era como un robot automatizado. Especialmente fabricado para darle placer. Constante, pero a la vez tan cálido que parecía sobrenatural. Su cabello cubría parte de la cara y caía sobre el pecho formando curvas asemejándose a las de su cuerpo. Era pequeño y proporcionado. Con solo observarla disfrutar se le activaban más sentidos de los existentes. Cuando se quiso dar cuenta su propia mano agarraba con firmeza su organo sexual. Mientras las lágrimas le recorrian la piel desesperadamente, se masturbó con rabia. Aunque también pánico, pues su mujer llevaba muerta dos meses y no sabía como asimilarlo. Solía llegar a casa esperando abrir la puerta y recibir un beso, una sonrisa. Algo. Pero todos los días era lo mismo, la misma desesperación, el mismo vacío en la cama que esperaba que el día menos pensado se llenara con su presencia. Agotado y con las lágrimas ácidas aun recorriéndole el rostro salió del servicio y se dirigió a la cama. Paró un momento a observar a su mujer mientras se secaba la cara. Parecía descansar. Se acostó con cuidado a su lado para no despertarla y la abrazó fuerte. Cuánto tiempo sin sentir su cuerpo cerca. Cuantas noches en vela. Dejó de pensar y se centró en su mujer. No respiraba. No se movía. No desprendía ni una pizca de calor. No podía ser. Había pasado demasiado riesgo yendo al cementerio a por ella que la cosa no podía ser peor. Cualquiera le podía haber visto sacar su cuerpo de entre los muertos, y ella, desconsiderada, no podía ni coger una bocanada de aire y abrir los ojos. Se incorporó y la agarró de los hombros. La tambaleó sin obtener ningún resultado. Neurótico, agarró la pala con la que se había ayudado para recuperar el cuerpo de su mujer y se ensañó con el cuerpo que yacía en la cama sin vida. La apaleó hasta no poder reconocer a su mujer en aquel cuerpo, y entonces, sin más dilaciones, durmió junto a ella como si de otra persona se tratase.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Conversación con Minerva



Rompió a reír para llevarle la contraria a quien nunca encontraría. Sin saberlo, o sin saber qué no entendía, se aclaró las dudas, mas no las ideas. En esto habló con Minerva y se lo comentó. Y ella contestó que se protegiera, luchara e imaginara, y entonces ya sabría.

viernes, 13 de noviembre de 2009

sábado, 7 de noviembre de 2009

Las cosas claras

Minuto uno


El otro día estuve hablando con un viejo amigo. No hablamos muy a menudo porque es mi ex, y no le aguanto mucho tiempo seguido, pero de vez en cuando me hace ilusión saber de él. (Hace un tiempo aparecía en una entrada y le ponía un poco a parir, pero hoy estoy de bueno humor). Me contó que está jodido además de solo, que tiene problemas personales, su novia no le da amor, y sus amigos no son sus amigos. Este chico pasó de ser mi novio a mi hermano pequeño al que nunca veía, y como tal, desde entonces le aconsejo sobre la vida y sus problemas (y eso que yo sé demasiado poco). Así que le dije que todos estamos solos, que seguramente el problema con su novia sería culpa de él mismo, ya que es un auténtico capullo, que nunca tuvo amigos, y que los problemas personales siempre hay riesgo de sufrirlos y no queda más que aguantar. Total, que además de amargarle la existencia y hacerle sentir un gilipollas integral, le saqué de sus casillas.


Se cabreó conmigo. Siempre le he puesto muy nervioso. Vamos, que él tampoco me aguanta mucho tiempo seguido. Yo, pensando que con eso no tenía ni para empezar, le dije que a veces me acordaba de cuando estaba con él y que no conseguía entender cómo pudimos estar juntos tanto tiempo con lo diferentes que éramos y lo inútil que podía llegar a ser a veces, claro, que todo esto de buen rollo. Él me contestó que precisamente porque éramos muy diferentes, y porque le gustaba mucho, y él a mi, y cosas bonitas. Y yo le dije que, o simplemente, porque no conocíamos nada más. También le dije que no había cambiado nada y que ese era su problema, a lo que me contestó que yo había cambiado demasiado y que le gustaba más antes. Desistiendo de seguir la conversación se despidió diciendo que ojalá consiguiera cambiar todo eso y pudiera cerrarme la boca.


Hoy he hablado de nuevo con él. Me ha dado las gracias por hacerle sentir tan estúpido y he sonreído al saberlo. Aun sé como llevarle. Hay personas que no entienden por qué se sigue apreciando a una persona después de pasar por determinadas cosas. Las personas no siempre nos entendemos en todos los aspectos. Creo que para enamorarse de alguien, esa persona ante todo tiene que ser un buen amigo, y además hay que saber separar la amistad del amor. Por eso me gusta que sigamos estando en contacto, porque me reconforta saber que no estuve del todo equivocada con él.




lunes, 2 de noviembre de 2009

El maestro




Era extraño: Al mismo tiempo que leía iba imaginando cada una de las escenas posteriores. El escritor le leía la mente, adivinaba cada uno de los pensamientos de su lector. Empezó presentandole a los personajes y poco a poco consiguió que el protagonista se fundiera con su cliente en un personaje ficticio, a la vez tan real como que pasaba las hojas desesperadamente intentando encontrar alguna metedura de pata del adivino. Llegó a la última página con un escalofrío entre los dedos, una mueca en la cara, y un suspiro de más. Y el pobre nunca se dió cuenta de que el escritor era el personaje ficticio, puramente un esclavo, y él mismo, su maestro.