martes, 30 de noviembre de 2010

Exterminio de un inocente

Jorge era tan impertinente que no pude por menos de hacerlo. Y mira que yo puedo ser muy correcta, pero Jorge me podía. Se pasaba el día aconsejándome, criticándome y analizando minuciosamente cada mínimo movimiento que hacía al día mientras yo me limitaba a asentir y sacar mi mejor sonrisa. Claro, que eso estuvo muy mal y no me di cuenta hasta que me vi envuelta en una inmensa nube de mierda, pedanterías y estupideces que no cualquier persona estaría dispuesta a aguantar.


Menudo gilipollas, lo peor fue cuando empecé a mostrar mi lado felino e irascible que todo ser tiene cuando le están mucho rato tocando el rabo. Cuando se lo agarran y tiran fuerte, más bien.Creo que hasta él mismo encontraba atractivo el hecho de bufarle, pues no sólo no se ofendía, sino que se le desencajaba la mandíbula de reírse. Esa risa esquizofrénica me volvía loca. Yo aprovechaba la cuyuntura y le insultaba, le decía que no le aguantaba, que me tenía hasta los huevos. Y él lo solucionaba con un "qué borde eres". Qué borde eres!?Pedazo de imbécil.


El rechazo pasó a ser pena cuando me di cuenta de que tienes que ser muy triste para llegar a tal punto. Pero como él seguía siendo inaguantable enseguida el sentimiento de pena tornó de nuevo a odio. Me irritaba. Me sacaba de mis casillas. No pude controlarme. Menudo insensato joder, con la mala baba que puedo tener, meterse en estos berenjenales..

Odiaba infinitamente su puta risa esquizofrénica.