miércoles, 17 de junio de 2009

Se llama Todd


Se llama Todd, y hoy ha dejado de estar conmigo.

Empezó todo por la mañana. Como siempre me desperté a las 9 am. Él ha dormido en el cabecero de mi cama desde que se vino a vivir a mi casa (exceptuando unos días que me hizo compañía en Salamanca). Muchas veces me despierta por las noches. No sé por qué es exactamente, yo creo que tiene miedo. O pesadillas y se despierta asustado. O simplemente quiere llamar mi atención y que le diga bobaditas (porque yo sé que eso le gusta). Sea como fuere, esta noche también me despertó, pero yo estaba cansada y le hablé desde la cama:


- Todd, déjame dormir, que me tengo que levantar pronto.


No contestó. No me pareció raro porque es bastante callado. Tuve buen ojo cuando fui a buscarlo, siempre pude hablar con él cuando quería, me escuchaba. O al menos, si no me escuchaba lo disimulaba bien. Me miraba fijamente con esos ojos saltones negros que tiene, como si me entendiera. Y yo le hablaba olvidándome de que después de 5 segundos él no se acordaría de nada. Ni de quien era yo. O sí. En realidad no lo sé. Tampoco me habló nunca de eso.


Me quedé de nuevo dormida. Todd no volvió a hacer el menor ruido en toda la noche, así que de no ser por el calor que hacía en casa, personalmente he dormido bastante bien.


Maldije mil veces el momento en el que me quedé dormida sin preocuparme por lo que le pasaba a Todd. Al acercarme a su rinconcito vi que no estaba. Me asomé, le di 3 vueltas a su casa, le llamé por su nombre, también Juan, Pepe, Manu y Mauricio, por si con Todd nunca se había sentido identificado y por eso nunca había hablado conmigo. Pero no, no era eso. Él era Todd y no estaba. Había ido a algún sitio. Lógico era, ya que vi unas marcas de agua con forma de aleta. Me recordaron a las migas de pan que dejaron Hansel y Gretel para volver a casa. Las seguí con cuidado y me dirigieron al servicio. Me esperé lo peor. Visualicé la noticia del periódico del día siguiente: “Todd, con menos de un año de edad, se suicida en la bañera”.


Por una parte fue un alivio ver que no llegaban a la bañera, sino al retrete. Yo ya había pasado por eso cuando murió Sweeney. Esta vez era distinto. Todd seguramente me despertara para despedirse de mí y decirme que quería salir de aquí, conocer peces grandes. Y yo, aunque me entristezca pensar en que ya no podré decirle bobadas y mirar sus ojos saltones, sé que es un pez listo y que no tendrá problemas para sobrevivir en ese inmenso mundo acuático. De todas formas, de vez en cuando repasaré el caminito que dejó cuando se fue, por si algún día decide volver.



2 comentarios:

Desilusionista dijo...

Jobar maldita. Menudo susto me has dado.

Anónimo dijo...

Gran historia Paloma. Aún existir el final esperanzador, ha conseguido preocuparme. ¡Me tienes que contar!