jueves, 23 de abril de 2009

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"La fuerte respiración desacompasada hizo que se despertara. Aunque en realidad lo que la desveló fue su presencia. Sentía demasiado frío en la punta de los dedos de los pies. La cama tiembla... A pesar de su corta edad, a Lilah nunca le había gustado escurrirse por la cama. Cuando no conseguía conciliar el sueño, sin saber por qué, comenzaba a oír sonidos extraños. Y no me refiero al pumpum procedente de su pecho. No. Hablo de ruidos que venían de fuera. Ella seguía un ritual que parecía tener ya establecido: sacaba sigilosamente el brazo de entre las sabanas hasta llegar a la luz, contaba mentalmente hasta tres, y pulsaba el interruptor al mismo tiempo que habría los ojos rápidamente, para que en el caso de que hubiera alguien que quisiera asustarla, le saliera el tiro por la culata. Luego se quedaba muy quieta. Ni siquiera pestañeaba. Se levantaba de la cama y miraba debajo, a ver si estaba allí “el hombre que se mete debajo de la cama y rapta a los niños que no se duermen”, luego se dirigía al armario por si la estaba vigilando el “monstruo del armario”, daba un giro inesperado, se asomaba a la puerta de su habitación por si el “Coco” tenia intenciones de entrar y salía al pasillo para saludar al “hombre del saco”. Allí no parecía haber nadie. Encendía la luz del pasillo. No sabía porqué, pero siempre le había hecho sentir más protegida. Luego cerraba despacito la puerta de la habitación de sus padres para que no notaran que estaba despierta.

-Lilah, ¿pasa algo?

Nunca conseguía no despertarles.

-No puedo dormir, mamá. Alguien está haciendo ruido.

Le contestaba desde detrás de la puerta.

-Anda duérmete, son los vecinos.

Lilah miraba extrañada a la pared.

Siempre era lo mismo. ¿Por qué al comprar la casa no se habían fijado en que las paredes eran de papel?

La respuesta de su madre no le convencía demasiado, así que se sentaba en la cama y comenzaba a leer hasta que los ojos se le cerraban inconscientemente. Gracias a sus largas noches de insomnio, había devorado cientos de libros. Se sabía de memoria tres o cuatro, y el resto los había leído varias veces agotando sus límites de lectura. Incluso de vez en cuando cogía alguno de su padre, pero no tardaba en soltarlo, ya que tenía que buscar palabras continuamente en el diccionario y perdía el hilo. Claro está, que también había leído sobre fantasmas, pero ningún libro le había aclarado nada sobre ellos. Y eso le atraía. Quería saber algo que nadie más supiera y no compartirlo nunca con nadie. Quería saberlo todo sobre la otra vida sin ni siquiera saber lo que había en esta. ¿Para qué perder el tiempo buscando lo que hay por aquí? Supuestamente, con abrir un libro bastaba..."




No se como sigue



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