viernes, 27 de agosto de 2010

Ataraxia

"Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde."

Edgar miró detenidamente los últimos versos de Borges con la intención de encontrar alguna palabra escondida que le revelara un secreto, o como mínimo una pista para entender y sentir, organizar las letras de tal forma que tomaran cierto sentido. Leyó el poema de nuevo. Otras tres veces. Puso el libro en horizontal y volvió a probar. Luego al revés, cuatro veces más. Lo colocó en su posición original y cambió de orden las palabras. Incluso sustituyó unas por otras.
Después de varias intentonas renunció a encontrarle el sentido que buscaba. Qué más daba; desde hacía tiempo no sentía en exceso ni dolor, ni amor, ni placer, ni siquiera rabia. Cualquier propósito de parecer humano sería una pérdida de tiempo para Edgar. Y aunque lo sabía, lo intentaba. Pero tampoco el hecho de no sentir nada despertaba algún tipo de sentimiento en él. Lo había conseguido. Esa estabilidad mental que tanto había anhelado. Esa frialdad y ese desapego por el amor. Indiferencia. Ataraxia..

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