lunes, 14 de junio de 2010

Spies

Cada segundo que pasa en la vida de una persona es diferente. Mucho más diferente entonces, cada segundo que comparten dos personas. Son tan distintos los momentos especiales que no tienen nada que ver uno con otro. Tan distintos que no se pueden comparar. Que no hay nada que comparar. Por eso los recordamos con tanta precisión. Por ejemplo, la primera vez que hice el amor nunca se me olvidará. Tampoco olvidaré la primera vez que me caí de una bicicleta, o el día que besé a alguien por primera vez. He de decir que las 3 cosas fueron un desastre total, así que seguramente muchas de las cosas que recordamos con esa exactitud sea por el cambio que la situación aporta a esa persona, y no por la sensación que puede producir.

Por otro lado, hay otros elementos que despiertan cosas en el cuerpo de una persona y consiguen marcarle de por vida. Resultan ser los detalles que parece que carecen de importancia los que más repercuten en una persona. Una mirada, un simple roce, o una sonrisa pueden permanecer en el interior de alguien para siempre. Caminar por donde solías pasear con alguien importante para ti te trae a la memoria inconscientemente trocitos de aquella persona. El perfume, el cerebro lo guarda increíblemente bien. Por eso los olores enseguida nos traen recuerdos de todo tipo. También una canción, una palabra, un bar, cualquier cosa. Lo mejor de todo es que una vez alguien se ha hecho dueño de tu recuerdo, siempre le pertenecerá. Aunque haya mil miradas, roces, y sonrisas. Otra persona camine contigo por aquella calle. Usen el mismo perfume que él. Escuches con otra persona la canción, te susurren al oído esa palabra, o el bar cambie de dueño. Ese recuerdo será suyo y nadie se lo podrá quitar, porque cada recuerdo es especial. Porque no habrá nada que comparar.

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1 comentario:

Desilusionista dijo...

Pero yo más.*

(Me gusta cuando me explicas las cosas para que las entienda :$...)